Aunque los demás no
lo sepan, basta que nosotros seamos conscientes.
Que sí, hombre, que somos gente fantástica, personas
entregadas a la noble causa de correr que no nos metemos con nadie. Somos
plenamente conscientes de ese puntito de superioridad que tenemos frente a los que practican otros deportes como el
baloncesto, el tenis, el paddel… y no digamos el fútbol. Pero como también
somos humildes y discretos, va en la forma de ser del atleta, tampoco es plan
de andar fardando, no presumimos ni le rebozamos a nadie por la cara nuestra
superioridad moral. Nosotros sabemos para nuestros adentros que es así y nos es
suficiente.
Es cierto que a veces sufrimos algún encontronazo. Por
ejemplo, quién no se ha encontrado alguna vez con un coche, presumiblemente
conducido por un macarra, que no le ha dejado cruzar en un paso de peatones.
Eso nos puede alterar mucho, porque si voy a 180 pulsaciones por minuto,
resoplando como una gaita y con los ojos saltones como huevos de paloma, no es
conveniente que nadie se salte un paso de cebra y esté a punto de atropellarme,
en esos momentos los corredores somos poco razonables y no nos prestamos al
dialogo.
Pero en otras ocasiones, mantenemos mejor el tipo. Ocurrió
en cierta vez que me encontraba haciendo series de 400m en una pista de
atletismo. A mitad de sesión, apareció al trote un grupo de unos 20 chavales de
14 años, dirigidos por unos chicos mayores, de unos 25. Mi sagacidad enseguida
me permitió saber que eran de un equipo de fútbol. Los indicios que me llevaron
a tan brillante deducción fueron los siguientes: vestían todos la mismas
camisetas a rayas; entraron a la pista con botas de tacos llenas de barro; y se
pusieron a dar vueltas por la calle 1, en sentido contrario al habitual.
Indudablemente, eran un equipo de fútbol.
¿Y qué hice yo? ¿Acaso les insulté? ¿Siquiera les mandé a la porra? Qué va, me armé de
paciencia, me acerqué con educación y les expliqué por qué puede resultar
molesto para un atleta que 20 personas invadan la calle 1, corran en sentido
contrario -ni siquiera se apartaron
cuando nos dimos de frente, sencillamente tuve que pararme- y dejen el tartán
lleno de pegotes de barro. A pesar de ser futboleros, lo entendieron.
Lamentablemente, las normas de funcionamiento de cualquier
pista no son de dominio público. Sin llegar al extremo de estos simpáticos
futbolistas, cuántas veces tenemos que pedir pista cuando hacemos series porque
encontramos gente que trota ¡o incluso camina! Por la calle 1. No nos importa
decirlo a buenas, ni educar a la gente, pero hay veces en las que no debería de
ser necesario. Sobre todo cuando hay carteles enormes que lo dicen claramente.
No sé, a mí no se me ocurriría ponerme a trotar en mitad de un campo de fútbol
o de una pista de tenis si hay gente jugando. Pero a nosotros nos pasan por
encima, claro, sólo somos míseros corredores…
Por JAVIER
SERRANO es periodista, escritor y corredor popular. Publicado en la revista
Runner’s World del mes de noviembre.
He insertado este artículo en mi blog, porque me llamo la
atención, pues es algo muy similar a lo que pasa en la pista de Membrilla, con
gente que sale a andar por dicha pista y no entiende que cuando se están haciendo
series o corriendo a ritmos elevados, simplemente molestan y creo que deberían
entender que esa calle de “césped” es para los atletas, al igual que el campo
de fútbol es para los futbolistas, la pista de tenis para los tenistas, el velódromo
par los ciclistas…
Además, yo no digo que no anden allí si quieren, al contrario, pero hay una
zona por donde lo pueden hacer sin molestar.
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