Publicado por Juan Manuel Botella 04/09/14 en http://www.foroatletismo.com/actualidad/si-hoy-fuera-mi-ultimo-dia-corriendo/
Si hoy fuera mi último día corriendo pensaría que no, que ni
de coña; que correr no es lo más importante del mundo, faltaría más, ni el
universo gira alrededor de mi zancada, pero van muchos años calzándome las
zapatillas y acomodando mis horarios en torno al running; décadas enteras yendo
y regresando en ese tiempo particular que mide mi cronómetro, evadiéndome desde
el segundo cero hasta la frontera de mi fatiga en una singladura que me serena
y me restablece; que, en cierta forma, me reconcilia con el mundo.
Si hoy fuera mi último día corriendo me negaría a creerlo,
igual que el trabajador fiel no asume -ay, tantos años currando en balde- que
le aparten de su querida empresa. Porque el atleta, incluso el atleta
ocasional, es un jornalero que adora su jornada, un galeote feliz, un
asalariado generalmente sin salario a menos que usted sea, por supuesto, el
mismísimo KenenisaBekele, en cuyo caso este artículo no le incumbe, se lo digo
con todo el respeto que merecen sus medallas y récords, se dirige más bien a
esos románticos que mueren estúpidamente enamorados de su anónima misión
deportiva.
De modo que si hoy fuera mi último día corriendo me
resistiría con uñas y dientes, como si me estuvieran arrebatando una posesión
preciosa; clamaría justicia para que me dejaran cumplir con mi calendario de
carreras, encrucijada de fechas, lugares y distancias donde volverse un poco
mejor, pero sin abandonar, por supuesto, el pelotón de los peores. Protegería
el encaje de bolillos de mi plan de entrenamiento, milimétricamente adaptado a
obligaciones laborales o domésticas. Y lucharía por mi derecho a sentir otra
vez la velocidad de caracol de mis cambios de ritmo, el oasis de mis
recuperaciones, el trote suave por la hierba tras unas buenas series que sólo
recordaré yo.
Y con todo mi ímpetu de fondista chiflado, pugnaría por
evitar que llegara el entrenamiento postrero. Además, menudo dilema, ¿qué
sesión encajaría como estertor o último aliento? ¿Un interval, un fartlek, un
rodaje? Sólo por el quebradero de cabeza, sólo por la ignominia de obligarme a
decidir, ya me buscaría la vida para burlar la retirada.
Si hoy fuera el último día corriendo díria que no, hombre,
que no; corriendo me he divertido, he conocido gente, he viajado, he adquirido
un hábito que me enorgullece, y menos lobos con mi pasión, Caperucita; que tras
unos cuantos miles de kilómetros estoy descubriendo la verdadera fórmula de la
felicidad, o sea: muchísimo esfuerzo inútil, muchísimas pero que muchísimas
decepciones, y unos raros, escasísimos momentos de haber dado lo mejor de uno
mismo, de estar sintiendo la vida por todos los poros de la piel. Quede dicho
para siempre que no quiero que termine esa dulce felicidad imperfecta.
Así que, cuidado, porque si supiera que hoy es mi último día
corriendo, montaría un follón de tres pares de cojones, gritaría, me pondría
hecho un loco. Digo más, prefiero que no me avisen; porque si lo hacen, como
aficionado obsesivo, como atleta frustrado, como tortuga reumática, diré que
nones, que no me apeo; que nadie me arrebatará el olor a tartán, el sonido de
la lluvia sobre la ciudad, la atmósfera de los amaneres y crepúsculos que he
surcado, el crujido de la pisada, la ducha reparadora cuando todo vuelve a la
calma.
Porque corro luego existo. Corro porque he convertido el
arrebato en costumbre, en una constante que no cambia aunque cambien otras
cosas mías. Corro porque los atletas trascienden el hecho de correr. Corro
porque si parase, mi historia no sería exactamente mi historia, ni tú serías
tú. Corro para construir un estilo de vida, una obra íntima que no tiene
sentido sin ayer ni mañana, y que seguiré construyendo mientras me acompañe la
salud para alcanzar, entre jadeos y sudores, el punto G que ningún sedentario
conoce; esa plenitud que se siente al volver fortalecido, tras una sesión, del
adorable infierno que hay en el límite de tus propias fuerzas.
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