Efectivamente, nos vamos a París, y es que tras casi un año
sin ponerme detrás de la línea de salida de un maratón, mi prueba preferida, después
de que cruzase la línea de meta en el parque del Retiro, casi 340 días después,
parecía que no podía ser posible volver
a tentar la suerte y probar de nuevo con prueba que inmortalizó el soldado Filípides.
Muchas han sido las sesiones de rehabilitación y fisioterapia, muchas horas de elíptica,
ejercicios y gimnasia, pero las lesiones forman parte del guion del corredor y
yo no podía ser menos, he vivido en mis carnes la impotencia de no poder hacer
el deporte que en estos últimos años tantas satisfacciones me ha dado, pero sin
duda creo que la perseverancia e ilusión por volver a hacer los 42.195 metros
ha superado todos los imprevistos del camino.
Halla por el mes de junio del año 2016, unos cuantos
corredores nos pusimos de acuerdo en planificar y preparar este viaje, un
maratón multitudinario en una ciudad espectacular, donde la excusa de correr
era perfecta para conocer la ciudad de la Luz y el Amor, y sin duda nos pusimos
manos a la obra, a sabiendas que los imprevistos y lesiones pueden llegar, pero
si queríamos hacerlo había que intentarlo y arriesgarse, y por lo que respecta
a mi situación he llegado justo, quizás no totalmente recuperado, pero las
circunstancias son las que son y tenemos aceptarlas como vienen.
A finales de enero, la lesión iba por el buen camino, pero
quedaban algo más de dos meses y aún no había conseguido correr más de 8
kilómetros seguidos, y lo peor, con mucho dolor, por lo que la empresa se
tornaba complicada, tras prácticamente 5 meses de parón, para la primera semana
de febrero comenzamos a correr, poca distancia y en días alternos, mientras
sesiones de físio, readaptación y tratamiento del traumatólogo, mejorando sí,
pero a contra reloj pues el tiempo iba en mi contra si quería al menos cruzar
la línea de meta, esta vez en los Campos Elíseos, el kilometraje iba subiendo y
el dolor a veces era molesto, pero era notable la mejoría, así pues, la primera
prueba fue la media maratón de Valdepeñas, que sorprendentemente para mí salí
mucho mejor de lo previsto, era el primer test, un buen tiempo y además y más
importante
el dolor me dejó correr.
Completamos febrero y marzo se tornaba importante, era el
segundo y último mes, 5 semanas me separaban para afianzar la forma y que el
dolor desapareciese, por lo que los entrenos no eran muy exigentes pero con el
paso de las semanas el volumen iba aumentando, en Bolaños, la media maratón fue
aún mejor que en Valdepeñas, no solo de tiempo sino de sensaciones y dolor, así
pues la moral iba viento en popa, si bien lejos de mis marcas y ritmos
anteriores lo primordial era llegar a París con garantías de finalizar este maratón,
pero los entrenamientos no eran malos, aunque siempre con mucha precaución de
no forzar la recaída.
Ya el primer fin de semana de abril también estuve en C.
Real corriendo su carrera de 10 kilómetros a una semana antes del maratón, confirmando
que las garantías de finalizar este maratón son cada vez más reales, aunque es
cierto que el maratón dicta sentencia en cualquier momento, y es una de las
prueba donde el resultado es más incierto y eso que la lucha es contigo mismo y
con la distancia, así pues creo que voy con los deberes hecho y espero mis
dolores soporten esta carga de kilómetros que supondrán los 42 y pico.
Esperar también que los agentes externos nos faciliten las cosas y la meteorología, y circunstancias de carrera sean las ideales, también esperar que en el viaje no haya problemas y que tras esta maratón los días de visita turística sean ideales, y os pueda contar a la vuelta los pormenores de esta maratón.
Esperar también que los agentes externos nos faciliten las cosas y la meteorología, y circunstancias de carrera sean las ideales, también esperar que en el viaje no haya problemas y que tras esta maratón los días de visita turística sean ideales, y os pueda contar a la vuelta los pormenores de esta maratón.
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