La humedad y la calor eran impresionantes, hacía años que no
subía tanto la temperatura por esta parte del país, pero si no era ahora cuando
apretara la calor, ¿Cuándo la iba hacer?
-Gracias a que al final decidiste levantarte tan temprano,
hoy apretará “Lorenzo”.
Comentó Alba, subida
en su reluciente y flamante bicicleta
-La verdad que he vencido a la pereza, y esta será la última
tirada larga, espero que cuando el sol suba estemos de vuelta en casa.
María era una madre soltera, tuvo una infancia y
adolescencia muy difícil y ahora que se había asentado en su vida, estaba
orgullosa de su nueva vida, su hija, su trabajo, su afición…, por fin se sentía
agradecida por la dicha de haber subsistido a su dura vida anterior, tenía una segunda oportunidad.
Faltaba poco menos de dos semanas para correr su primera
maratón y aunque las dudas existían, la seguridad de haber seguido el plan de
entrenamiento al pie de la letra de una revista especializada, le daba la
confianza de que al final cruzaría la meta acompañada de su querida hija, que
también estaba inscrita para poder acompañarla los últimos kilómetros.
Parecía increíble que hace 18 años cuando se quedó sola, sin
padres por culpa de un accidente de coche y a punto de dar a luz una niña a la que el padre nunca reconoció,
sin trabajo ni ingresos, la vida ahora le sonreía y tras sacar adelante a ese
fruto de sus entrañas y haber encontrado un trabajo estable en un hotel de la
localidad turística que vivía, estaba encantada con una vida soñada y esta vez
sería ella la que completase esa maratón de la mano de su hija, al igual que
ella hizo cuando apenas podía andar de
la mano de su padre.
La conversación era amena entre madre e hija, el mercurio subía
a pasos agigantados, Alba con su nueva bici estaba
encantada ver a su madre tan ilusionada, se lo merecía todo, y esta maratón
suponía para ella algo especial, pues aunque de joven era una atleta
destacada, las circunstancias de la vida
hicieron que su querida mamá no pudiese disfrutar del deporte que tanto le
gustaba.
Ya era una hora la que había transcurrido y los casi 12
kilómetros recorridos demostraban el excelente estado de forma, cuando de
pronto un escozor en forma de pinchazo hizo presencia en su gemelo izquierdo,
sin duda era un rotura de fibras, no era la primera vez y de sobra sabía que no podría cruzar la meta
de la mano de su hija.
Fede, el fisioterapeuta, corroboró su diagnóstico y por
supuesto el tratamiento era reposo durante unos 20 días, nada de correr, una
sonrisa disimulaba la decepción, María ya sabía lo que era eso de que las
circunstancias le difuminaran la ilusión de un plumazo, no podría dedicarle
esta maratón a su difunto padre de la mano de su hija, pero al igual que la
vida se la dio, estaba segura que en esta ocasión también tendría una segunda oportunidad.
Moraleja: siempre hay una segunda oportunidad, siempre hay continuidad, y aunque desaparezcamos de este mundo siempre queda alguién haciendo las cosas que dejamos de hacer. Te felicito por tu vena de escritor
ResponderEliminarBuena entrada Kino y buena defensa de las segundas oportunidades.
ResponderEliminarSaludos, Emilio Díaz.